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La torre de viviendas se presenta inicialmente como un elemento «hito» en el paisaje urbano, debido a su altura y al carácter no orientado de sus cuatro fachadas.

Promotor: Ayuntamiento de Valencia

Programa: 59 apartamentos, dependencias municipales, cafetería, aparcamiento.

Superficie: 8.600 m²

Presupuesto estimado: 9,5 M €

Encargo: Concurso

En asociación con: García Floquet arquitectos, y la participación de Pablo Katz architecture

Equipo: I. Beccar Varela, F. Floquet, M. Serena, P. Castaño, J. Basanta

Ingeniería: ADYPAU international

 

El sector en el que se inscribe el proyecto, el barrio Ciudad de las Artes y las Ciencias, ha tenido una importante evolución estos últimos años. La parcela objeto del concurso será una de las últimas en edificarse, culminando una serie de torres de carácter predominantemente residencial que cierran la ciudad por el sur, frente a la huerta. Al mismo tiempo, la nueva construcción servirá de enlace con los edificios de ladrillo más antiguos del vecino barrio de Na Rovella.

 

El enfoque para la integración urbana de esta torre, cuyo volumen ya estaba dado, consistió en aunar el vocabulario arquitectónico de estos dos barrios vecinos. Por un lado, el hormigón, el metal y los tonos claros de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, y por otro, la tierra cocida de Na Rovella, un material que es además representativo de muchas otras zonas de Valencia.

 

En efecto, este objeto pivotante en la confluencia de diferentes estratos históricos del tejido urbano se percibe desde lejos como un elemento unitario a partir de un sistema de líneas verticales, constituido por los perfiles de fachada que definen la envolvente exterior a la vez que sirven de soporte a las barandillas y las protecciones solares.

Siguiendo los lineamientos del Estudio de detalle, el edificio es un prisma de planta cuadrada de 15 plantas, apoyado sobre un zócalo de 1 nivel de mayor superficie.

 

La definición progresiva de la materialidad de los cuatro planos de fachada se manifiesta al acercarse al edificio. Surge entonces la sensación de profundidad creada por las distintas capas que las componen: el vidrio de las carpinterías exteriores, la cerámica de las opacidades, el material vítreo de las barandillas y, finalmente, de modo aleatorio según el uso, los textiles de la protección solar.

 

El zócalo se percibe como un elemento que ancla el volumen al suelo. Con él se consigue el espesor opaco necesario para “soportar” el edificio, al tiempo que se logra la transparencia hacia los distintos programas que allí se desarrollan: las oficinas administrativas en la esquina de las calles Villena y Sabater, la apertura transversal del hall de acceso al programa de viviendas y, por último, la transparencia de la cafetería hacia su terraza ajardinada y el parque público al sur de la parcela.

 

El proyecto se resuelve liberando de estructura las superficies entre núcleo y fachada, permitiendo de esta manera una gran flexibilidad funcional. Flexibilidad funcional que es de utilidad tanto para el diseño inicial, permitiendo gran variedad de tipologías y modificaciones tardías, como para la evolución ulterior de las unidades e incluso del edificio en su conjunto. Hoy en día, una de las primeras condiciones de un proceso de desarrollo sostenible debe ser fomentar la evolución de los espacios, en consonancia con la evolución de los usos y de la vida de un edificio a lo largo del tiempo. Prolongando, de esta manera, su vida útil y posponiendo demoliciones o restructuraciones profundas que pueden evitarse.